sábado, 4 de septiembre de 2010

...


Me gusta que lo hagamos
Y no por que cuando lo hacemos nos volvamos uno
no, si no porque al hacerlo perdemos individualidad.

Nos volvemos nada o, mejor dicho:
nos convertimos en un amasijo de sudor, pelo y piel
siempre amontonándose y sobándose
perdiendo personalidad
transformándose en materia babeante
que tiene por único fin solo eso:
macerar, morder y escurrir

Me gusta que lo hagamos
porque para ti no soy más que un pedazo de carne
dejo de ser yo y me moldeas a tu deseo

No soy yo
Soy solo una blanda cascara
que se deshace de contenido para solo ser
sangre, entrañas y dientes
que, al fin y al cabo
es lo único que sirve cuando lo hacemos

Kukl

Mayo2010

Chocolate




Hoy me hace falta un poce de cariño, y el hecho de que estés en mi cama dándome la espalda no es de mucha ayuda.

A Dios gracias que siempre tengo chocolates en el buró, ellos son mis mejores amigos en las noches de soledad. ¿Sabes? Poseo una enorme variedad de chocolates en ese cajoncito, del blanco al oscuro, de sólidos a líquidos, dulces y amargos. En serio, tengo casi de todo.

Disfruto muchísimo cuando como uno, pero lo que más gozo es cuando su efecto embriagante arrulla el corazón y lo lleva como Morfeo hacia un mullido y cariñoso adormecimiento.

¡Maldita sea! ¿Qué eres imbécil? Si te pedí que durmieras conmigo ¡no fue para que vieras la pared, carajo!

Estiro la mano y tomo uno ¡Mhm! Chocolate con menta. Definitivamente son de mis favoritos, la frescura y la amargura dulce equilibrados de manera perfecta. El sabor de la menta me recuerda el olor de tu… ¡diablos! Esto no me esta sirviendo. Hoy no necesito una barra de chocolate, lo que necesito hoy es que tú seas mi chocolate.

El simple hecho de sentir tu olor me hace querer que me abraces e imaginar que tu abrazo me envuelve con su lechoso sabor, supongo que tu piel tiene la textura del suave polvillo que cubre las trufas. Es probable que si me abrazas y pegas tu rostro a mi cuello, percibiría que tu aliento es como el perfume del cacao recién molido, y quizá, si te atrevieras un poquito más y me besaras, descubriría que tus labios tienen la textura de un pastel envinado y el color de la cocoa en baya, tu saliva sabría a relleno de licor y tu lengua sería la cereza sumergida en él.

Si las cosas se pusieran mas intensas, me imagino que tu sudor sería como tibia leche con chocolate, y sabría a la bebida que consumían los mayas: semilla de cacao molida con chile y sal mezclados con agua.

Tenerte tan cerquita y olerte, es un placer tan masoquista como entrar a una confitería y solo hacerlo para oler las pasas cubiertas, las almendras confitadas y las “chocoretas” y estar a dieta.

¡Trufa!

Tomo una y me la llevo a la boca, es tan increíble que su tamaño sea el preciso para mi boca, justo como tu…

¡Me lleva la…! ¿En qué estoy pensando? Si tú ni siquiera te has percatado que aún no me duermo… ¡qué rica esta la trufa! Como que se derrite pero no.

Ush, quiero más. Si sigo así subiré de peso. Aunque si por fin me abrazaras me ahorraría el esfuerzo en el gimnasio. Aunque ahora, si lo hicieras, quien parecería chocolate sería yo, solo que derretido.

¡Ay, qué rico es el chocolate!...


Al despertar, me abrazabas por la espalda. Y sí tu piel es sedosa y tu aliento dulce e intenso. Lo que no me había imaginado era que tu temperatura fuera tan cálida. Y sí, quien termino como chocolate derretido fui yo.

Abriste tus ojitos, te estiraste y con voz modorra y ronca dijiste:

-¡Dios, qué antojo de chocolate!, ¿Tendrás uno?

Yo sonreí y abrí el cajón de mi buró.

Kukl.

Escrito en Abril de 2010